De la importancia de los apoderados en los impulsos Waldorf

Raúl Alberto Montoya Rodríguez  

Psicólogo y pedagogo Waldorf  – Profesor de grado 4° del Colegio Rukantu 

Desde hace ya mucho tiempo se ha incrustado en nuestros pensamientos que un colegio es algo así como una guardería, un lugar donde dejamos a los más pequeños y, de cierta forma, nos desentendemos, nos permite tomar un respiro e ir a por nuestras actividades laborales. Se asume que con pagar todos los meses y brindar los útiles solicitados se cumple; ellos, los del colegio, ya se han de encargar del resto e invertir el dinero en mantener el establecimiento y la educación. Esa es su responsabilidad. Sin embargo, en la pedagogía Waldorf es distinto, pues un impulso pedagógico de estas características se sostiene también en la columna de los padres, quienes aportan desde sus corazones en la edificación y construcción de la comunidad. De cierta forma lo describió Steiner al plantear la necesidad de participación de los padres en la formación del colegio, no tanto en las decisiones -donde también son valiosísimos-, sino en su aporte al desarrollo de la comunidad misma.

Pero ¿cómo identificar una comunidad? Etimológicamente esta palabra viene del latin Communitas, que significa algo así como <<cualidad común>> y se usa para determinar grupos que se unen por esa cualidad que comparten. ¿Qué une entonces a un impulso Waldorf? ¿Qué los convierte en comunidad? Si entendemos que dentro del pensamiento antroposófico el humano es un ser multidimensional, los lazos dentro de la institución también lo deben ser y la <<cualidad común>> va más allá del aprendizaje, es por ello que no basta con el acto frío (pero importante) de pagar, sino que es necesario la nutrición espiritual y física y de todos sus miembros, es por ello que un impulso Waldorf es un ser espiritual en sí que a su vez se conforma de todos sus miembros y la sinergia que estos producen en su interior para lograr el objetivo de desarrollar la libertad propia y del estudiante. 

Surge entonces la pregunta ¿Cómo se alimenta o desarrolla dicha comunidad? Bueno, la base de este alimento es la conversación de las ideas y el poderoso valor frankliano de Dar y Recibir, manifiesto cómo esa mano amiga que ayuda de forma desinteresada y da lo que puede, lo que tiene, desde su corazón para que el impulso continué, para ser parte de éste desde su interior y no sólo desde el impersonal y desentendido valor monetario. Es así como la colaboración que pone cada apoderado en la institución es una piedra que da solidez y genera un intercambio poderoso, casi mágico; así el alimento que llega horneado con cariño antes de la reunión, la limpieza de los espacios que se hace con dedicación, el jardinear con el ojo presto y consciente a las otras vidas que habitan el colegio e insufla a los niños; la ayuda de transporte y la iniciativa de quién repara y construye, la manualidad delicada y amorosa que complementa las enseñanzas. Cada una de estas pequeñas acciones hace que el colegio sea de los participantes, dando vigor y pertenencia a cada espacio, convirtiéndose en columna y viga de la casa.

Si bien la institución podría contratar directamente personas que hagan tales labores o hacerlas por su cuenta -cosa que también debe hacerse pues, según la antroposofía no todo podemos hacer y nos enriquecemos con el que hace dedicadamente una labor-, no es lo mismo, pues es esa entrega amorosa de los miembros de la comunidad la que más brinda alma a las vigas y paredes, hace del impulso educativo una obra vigorosa, una construcción sólida, edificada sobre la roca del espíritu y que se llevará con amor en el corazón de los participantes hasta el final de sus días, dando alimento al cuerpo, al alma y al espíritu, porque, parafraseando un dicho del mundo antroposófico <<Donde varios seres se unen con un mismo objetivo, poderosas entidades llegan para habitarlos y guiarlo hacia el éxito>>

Es importante resaltar entonces algunas poderosas actividades que brindan espacios propicios para desarrollar ese Dar y Recibir dentro de los miembros de la comunidad. Acciones como el trueque, la minga, el bazar, la actividad extracurricular o la celebración dentro del colegio son muy importantes para un impulso Waldorf, porque promueven estos encuentros entre todos los miembros y con ellos el conocimiento de la existencia de ese otro que participa de esa communitas donde se eligió, libre y responsablemente, ser parte y que Como se ha visto en los pueblos originarios de latinoamérica, que en su sabiduría se unen para fortalecer su comunidad en mingas donde cada uno era parte de una obra imposible para unos pocos, se aúnan los lazos, distribuyen las fuerzas, fortalecen los corazones y, lo más importante, construyen esa anhelada comunidad, siendo este el primer paso para desarrollar una mejor sociedad.