Raúl Alberto Montoya Rodríguez, psicólogo y pedagogo Waldorf Javiera Sepúlveda Ponce, Profesora de Educación General Básica y pedagoga Waldorf
Hubo un tiempo donde muchas cosas se encontraban dadas, conocimientos que ahora buscamos se encontraban en lo interior de nuestro ser y era posible hacer otras cosas. Esos tiempos no eran mejores o peores, simplemente eran y evolucionaron de diferentes formas, llevándonos a la vida que hoy, de manera general, conocemos, dando muchos avances que de otra manera no hubiesen sido posibles de adquirir pero también perdiendo cosas vitales para el desarrollo del ser humano. En dicho proceso algunas cosas negativas que se instauraron fueron las extensas jornadas laborales para todo el núcleo familiar, la pérdida de espacios enriquecidos y el deterioro del clan o redes de apoyo; afectando, generalmente, la infancia, sobre todo la de edades pre-escolarización, lo que dió origen a lugares donde los más pequeños pudieran permanecer mientras sus cuidadores cumplen con sus deberes laborales. Estos lugares son comúnmente llamados: guarderías o maternales.
Como regla general, estos procesos de institucionalización temprana se han ido enmarcando en espacios estandarizados que pueden ser mejorados, pues obvian diversas actividades vitales para el desarrollo de la infancia ya que, como se indica uno de los nombres, es un espacio para “guardar” a los más pequeños, puntualmente a los que aún no pueden ser escolarizados y que muchas veces tienden a ser espacios donde se prepara al proceso de escolarización, forzando, de manera no consciente, procesos del desarrollo humano. Surge pues una duda ¿como ayudar desde la mirada Waldorf a estos espacios?
Al fundarse la pedagogía Waldorf, su creador, Rudolf Steiner, no considero de manera directa el desarrollo de la educación en el primer septenio, esto debido a que en su tiempo aún se conservaban ciertas formas sociales que permitían a los niños criarse junto a sus familias y compartir más tiempo, por ello la idea de un maternal waldorf surge como una necesidad imperante de está época, una forma de cuidar la primera infancia y brindar un espacio que, siguiendo los propuestas del desarrollo durante el primer septenio, pueda propiciar lo mejor para el infante. Al desarrollarse la idea de este espacio se revalúa la idea de “guardería” y se usa la de “maternal” pues es un concepto que representa lo que se busca alcanzar en dicha época de la vida, que además de ser un lugar enriquecido, fomente lo que lo necesario en esos años, siendo una transición del cálido mundo interior de la madre y su hogar al mundo del sentir, respetando los ritmos propios de cada párvulo, siendo una continuación del espacio materno, tal como se concibe en los organizaciones humanas primigenias y que se abre, lentamente, al kinder. Es decir, en pocas palabras, una extensión con igual calidez, amor y belleza que la que puede brindar la madre y su familia.
Así pues, un maternal es un espacio de contención donde se potencia el movimiento libre y la autonomía de los niños y niñas, entre el 1 año y medio y los 3 años, que busca fortalecer las fuerzas vitales de los infantes desde el respeto por los hitos del desarrollo propios de la edad y siendo un símil del cálido espacio familiar al que toda niñez debe estar expuesta. Por otro lado, se fomenta la voluntad y el desarrollo de los sentidos basales (tacto, equilibrio, sentido vital y kinestésico) buscando que el párvulo pueda pararse, lograr primeros pasos, la adquisición del lenguaje y afinamiento del sistema fonador.
Para lograr dicho proceso, la enseñanza en la edad de los párvulos se realiza dando ejemplos en lugar de instrucciones directas ofreciendo oportunidades para ser activos en su que hacer y puedan observar modelos para una imitación con sentido, por otro lado, el maternal aporta ritmo al párvulo (característica vital para su futura escolarización y desarrollo) ya que la repetición ayuda a crear una sensación de seguridad y desarrolla la memoria. Esto se trabaja con herramientas pensadas, adaptadas y personalizadas con cada grupo y sus individuos, usando cuentos y canciones seleccionadas, juegos de dedos o el juego creativo.
Dichas herramientas, como ya se mencionó, están diseñadas con objetivos que abarcan el desarrollo trimembrado del niño y acompañan el descubrir de cada una de las habilidades que vive en su interior, por ejemplo, el juego de dedos fomenta la memoria y la motricidad fina, el juego creativo permite aprender a interactuar socialmente y con el entorno y los ritmos y cuentos abren las puertas de su sentido vital y espiritualidad.
Para lograr todos estos objetivos se busca la creación de un espacio óptimo con las siguientes características:
- Cálidos: Imitan el hogar, el mundo y el interior de la madre
- Naturales: Con materiales nobles (en juguetes y espacios) y enlazados a la naturaleza para su exploración
- Estimulantes: Permiten la exploración, constante y variada, fomentando el movimiento, el juego libre, la interacción social y el desarrollo de la voluntad, todo desde lo sensorial.
Resumiendo, si bien, tanto el maternal como el kinder no surgen en la idea primigenia de la educación waldorf, las demandas actuales de la sociedad llaman al corazón de las personas que se preocupan por la infancia para que puedan crear, siempre a partir del estudio del ser humano desde la antroposofía y sus postulados pedagógicos, un espacio propicio para cuidar, mantener, acompañar y fomentar el logro de los hitos del desarrollo de los más pequeños, brindando así un espacio que pueda imitar, de manera honesta, bella y buena, la calidez del nicho materno y primigenio de la familia, posibilitando así una transición balanceada al kinder y al segundo septenio de la vida.